miércoles, 30 de noviembre de 2016

Palabras del Catálogo

         DE VISIONES Y ENCANTAMIENTOS

Imposible hacer arte sin un poco de magia, porque el arte es precisamente eso: magia. Y quienes nos dedicamos a crear somos –con más o menos fortuna, con más o menos suerte– magos o aspirantes a magos. Todos llevamos una varita que a menudo se convierte en pincel, lápiz o bolígrafo. O en instrumento musical. Y hasta el más humilde hechicero de la tribu conoce el arte de encantar y de curar el espíritu.

Isis de Lázaro (La Habana, 1964) es una de las mejores hechiceras que conozco, y ahora nos trae, en su equipaje, una Isla encantada. La ha atrapado en sus lienzos para que nosotros la contemplemos y conozcamos. Para que entremos incluso en ella. Ya que no siempre podemos visitar una isla –Isis, nuestra querida hechicera– nos la sitúa de pronto ante los ojos. La suya no es una isla cualquiera, sino aquella que descansa sobre las aguas del Caribe y donde tiene su hogar, donde oficia su arte pictórico con ejemplar vocación y creatividad. Muestra de ello es esta colección de cuadros y técnicas que van del acrílico al lápiz de acuarela, y de éste al óleo. Sus temas redundan siempre en torno a su vida y la vida social de nuestra Isla encantada, mostrándonos las dos caras que a menudo ofrece la realidad de cualquier país: una amable (La Isla que flota y baila, Isla encantada y La Isla que encontró mi abuelo) que es la que podemos apreciar en esos cuadros donde hallamos perfiles femeninos, mujeres con alas que surgen del mar y de la espuma, o que parecen flotar aún dentro del amnios materno. Me atrevería a insinuar que algunos cuadros resultan un tanto atrevidos, porque nuestra hechicera plasma en ellos los filtros del amor, brujerías propias del arte amatorio que todos conocemos. Los perfiles, los rostros y cuerpos que aparecen allí son, desde luego, también los de Isis, porque ella está en todos esos cuadros que observamos. En las gamas donde predominan azules y rojos con algún toque sutil de verde o amarillo. Todo ello contrastado contra el blanco del lienzo, que es la matriz de donde brotan sus dulces y misteriosos engendros.

La otra cara de la realidad que describe Isis no es sin embargo tan complaciente. Porque los hechiceros del arte, contrario a lo que algunos plumíferos afirman, tenemos ojos para ver lo bueno, pero también lo malo. Observen estas otras pinturas donde Isis de Lázaro critica con sorna nuestros peores defectos y que ella retoma de una serie anterior, de filiación expresionista, titulada Malecón.

Todos sabemos que las islas encantadas tienen un malecón donde la gente va a tomar el fresco, a conversar, fumar y meditar. Es un sitio de culto y reposo. Esa es su parte buena, porque siempre resulta grata una buena compañía al atardecer, mientras contemplamos los colores cambiantes de esa hora, que son –justamente– los mismos que utiliza Isis en sus pinturas. Sin embargo, puede ocurrir que en sitio tan idílico se reúna gente indeseable para traficar y buscar oscuros placeres rentabables que destruyen la magia del paisaje insular y de ese Aire de La Habana del que Luis Cernuda dejara testimonio.

Esta es la mágica realidad que nos trae Isis en su más reciente viaje a tierra firme. Una realidad llena de visiones y encantamientos. De agua, espuma, cuerpos, colores, sueños y fantasías. Disfrutemos, pues, de la magia serena de nuestra hechicera cubana.



José Pérez Olivares.

Sevilla, septiembre, 2016

martes, 29 de noviembre de 2016